Reserva ecológica del Cerro del Huitepec
El cerro del Huitepec, en presencia, es un arcoíris de posibilidades
y realidades, que incluyen una amplia
gama de casos y muestras de lo que es la interacción del hombre con la
naturaleza, así como incluso una gama de dinámicas sociales. Podríamos decir
que el recorre dicho cerro, podía darnos una muestra de la diversidad
biológica, cultural y social que representa nuestro país.
El primer
recorrido hacia el Huitepec, empezó a darnos señales desde antes de llegar. A
lo largo del camino, se podían observar contrastes sociales marcados, casas
grandes, en grandes terrenos, con mucha infraestructura, junto a tejabanes
pequeños con patios usados para la cría de aves de corral e incluso pequeñas
milpas.
Al descender
del vehículo, empezó la otra experiencia sensorial. El olor a tierra mojada se
fue mezclando con una gama de olores diversos, humedad, vegetación, variedades
de hojas regalaban su aroma con una pequeña caricia que se les diera. También
la sinfonía auditiva fue parte de, predominaba el sonido del río y de las gotas
de los árboles golpeando las hojas de los árboles, o incluso nuestra propia
piel, pero en la composición también se agregaron diversos cantos de aves, así
como el sonido de sus alas al trasladarse de un lugar a otro. Y la vista, esa
que
siembre nos hace olvidar a los otros sentidos, esa a la que damos
prioridad, también se dejó invadir por la exuberancia del entorno, por la
sensación de empequeñecer ante la presencia de árboles tan inmensos, por la
contemplación de una variedad de hongos que recibían a la lluvia gustosos y de
flores de frijol y otras de azul intenso.
El sentido del gusto tuvo que
ser contenido, mi
ignorancia personal me impidió el poder experimentar sabores, pero ya
habrá tiempo de conocer un poco más a los habitantes de este bosque.
La presencia humana no estuvo ausente en este paisaje dinámico,
primero, unos ojos inmensos dibujados en un retablo de madera, nos recordaba
que los guardianes de esa reserva comunitaria eran los zapatistas, lo cual poco
después se reiteró con la aparición de una pequeña capilla construida en 1937 y
en cuyas escaleras un letrero anunciaba “Territorio EZLN”.
Sí, no hay que ser ciegos, ¿por qué habríamos de serlo? En el camino
también se pudieron ver troncos cortados a machetazo limpio. Pero por qué no
admitir también lo hermoso y deliciosos que se veían los sembradíos de calabaza, con sus flores
amarillo intenso que estimulaban las glándulas salivales, o qué tal las
mazorcas con sus pelos alborotados y teñidos en colores violetas, o las hojas
de lechuga verde-moradas. Y si, como pincelada humana, también entraron en el paisaje
un par de estanques artificiales para captar agua. Y en el nacimiento de un
pozo de agua, la presencia de una cruz ¿Será este uno de los sitios sagrados de
los que nos han hablado? ¿Esos en los que cada 3 de mayo hay fiesta y
ceremonias?
Y si, no hay que olvidar a la ranita que se escondía bajo las hierbas
caídas y nuestros pies, mientras nos detuvimos a dialogar y reflexionar en
torno a si debían o no existir áreas naturales sin la presencia del ser humano.
Pero vamos, hay de humanos a humanos ¿no es así? Hay que
partir de eso, porque no es lo
mismo una comunidad campesina, indígena o no, que convive con su entorno,
modificándolo si, pero provocando una sustitución de especies por otras, que
deja descansar la tierra, que sabe reconocer los sitios sagrados, que tiene una
valoración y cosmovisión diferente sobre la naturaleza y que se sabe parte de
ella. A diferencia de representantes o trabajadores de empresas nacionales o
transnacionales que arrancan de raíz lo existente, que le ven signo de pesos a
la madre naturaleza, que se sienten dueños y explotadores de ella, superiores y
ajenos a la misma.
Muestra de
ello, la presencia de Coca Cola en el cerro del Huitepec, que extrae el agua de
los manantiales para producir su pócima negra, y de otros colores variados. Y
considerando que el agua es uno de los principales conflictos de los habitantes
de las cercanías e interiores del cerro, muestra nuevamente de lo que se repite
en diversas partes del país, y del mundo.
En la segunda
visita que hicimos al Huitepec, pudimos analizar la dinámica de interrelación
entre el humano y la naturaleza de otra manera, desde otro punto, tanto
geográfico, como de vista.
En esta ocasión llegamos cerca de la reserva que es propiedad de
Pronatura. A lo largo del camino, pudimos ir sospechando por dónde iría en esta
ocasión la reflexión, ya que el camino para llegar a la cima, realmente era un
paisaje completamente diferente.
A lo largo del
camino al que se llega por San Felipe, existían milpas abundantes con siembra
de maíz. Lo extraño fueron las montañas de cáscara de coco que se veían a la
entrada de varios de los terrenos, así como el letrero de venta de terrenos
dentro y fuera de la zona.
El segundo
encuentro que provoca encuentro de emociones y culpabilidad, fue el descubrir
en la cima del cerro la antena de Tv Azteca, dueño de muchas cosas en San
Cristóbal, custodiado por un par de perros que de haber estado abierta la reja
no hubiéramos salido ilesos. Lo cual es muy simbólico y metafórico. Y la culpa
va, como bien lo señaló el Profesor, en el sentido de que somos usuarios de
internet y celular, por lo cual, esa antena ahí, también es responsabilidad de
nosotros.
Y bien, siendo más optimistas, en realidad esos límites hasta los que
pudimos llegar de la reserva de Pronatura, si se podía observar lo que se
considera un área natural conservada, y desde ese punto, pudimos observar el
por qué se le denomina bosque de niebla, ya que vimos el transitar de varias
nubes que por momentos parecía que se escurrían por los bordes de las montañas
y los árboles. Sin embargo, de acuerdo con lo que nos compartió el Profesor
Vázquez, dentro de esa zona no hay mucha arborescencia. Aunque personalmente la
presencia de árboles tan altos y vegetación tan abundante me resulta
impactante, al igual que la presencia de flores de frijol que me ahorraron unos
$10 de compras en el mercado.
Y de ahí, en
descenso, el recorrido adquiere otro sentido. A lo largo de las diversas
paradas que hicimos, se pudieron observar los diversos mosaicos que marcan una
huella diferente del ser humano. En un primer tramo, el camino estaba habitado
por comunidades rurales que bajo diversos métodos de siembra producen maíz,
flores, frijol, guineos, calabaza, chile, leña, aguacate, entre los que pudimos
observar. Del mismo modo, la mayoría de las casas contaban con huerto en el traspatio, que normalmente lo
emplean para hierbas aromáticas, medicinales y para condimento, así como áreas
aledañas a las casas destinadas a la crianza de gallinas.
Levantando la
mirada, viendo hacia los cerros que nos rodeaban, no puede uno negar la
sorpresa al ver la manera en que en pendientes muy inclinadas, los pobladores
seguían sembrando sin que ello representara un derrumbe o pérdida de cosecha.
Podríamos sospechar que la presencia de cierto tipo de árboles ayuda a ello y
no creo que ello sea algo al azar.
Este primer tramo es una muestra del manejo tradicional que hacen las
comunidades campesinas de nuestro país, y esta zona, se encuentra colindando
con la reserva perteneciente a Pronatura, por lo cual está fuertemente
conectada a la misma.
Entre tramo y
tramo, el tipo de habitante e interacción con el entorno se iba modificando.
Conforme bajábamos del cerro, el tipo de casas se iban tornando en
construcciones con más infraestructura, mayor acceso a servicios públicos y los
sistemas de producción iban modificándose a otros con mayor tecnología de por
medio, como es el caso de los invernaderos.
Y así, fuimos
descendiendo, hasta llegar a la “mancha urbana”, que en el caso de San Cristóbal
de las Casas, también en este sentido, tiene muchas peculiaridades, ya que pese
a ser considerada una ciudad, en innegable que al recorrer con la vista de
extremo a extremo, hay muchas islas de vegetación distribuidas en todo el
territorio. Sería un error inmenso el ignorar las zonas urbanas como parte de
los corredores biológicos, porque es evidente la interrelación que existe en
cada una de estas zonas y la influencia de unas hacia otras.
Y para cerrar el recorrido, nada como mirar desde el cerrito la
ciudad, con toda su complejidad y completud, con toda su diversidad y con todos
esos hilos invisibles que conectan a los elementos que la conforman, con las
personas y zonas que pocos minutos antes vimos que han dado unas peculiares
pinceladas al paisaje, cual artistas de la tierra.
El Encuentro
Al oriente de San Cristóbal de las Casas, camino al Parque el
Encuentro, recorrimos un poco de lo que algunos llaman la Ruta de los Molinos,
ya que brevemente visualizamos lo que de los siglos XVII a XIX fueron molinos
de trigo, lo que nos sembró la duda con respecto a esa tendencia a la acumulación
y conservación, así como de los conflictos de propiedad y manejo que puede
haber no solo entorno a la naturaleza, sino también aplicado a las
construcciones históricas.
Finalmente tras pasar el río fogótico de corriente crecida por las
recientes lluvias, así como las rústicas represas que dirigen y controlan su
cauce, llegamos a un desgastado portón de madera apenas cerrado con un alambre
retorcido, en cuyo extremo, un par de tablas de madera portaban las leyendas:
“Parque Encuentro, Bienvenidos, Santuario de árboles, aves y piedras” y “Acceso
adultos $5.00, niños menores de 10 años $2.00, abierto de 10 a 18 H”.
Volteo a ver la hora y eran las 12:03 h. sin embargo, la barda estaba
cerrada. Tras des torcer el alambre, me integré al trío de violadores de la ley
que osábamos ingresar a propiedad privada sin permiso alguno, y sin que un
alambre nos detuviera.
Fue breve el recorrido, solo pudimos llegar a la zona en la que se
encontraban unas cabañas, un área desmontada como para acampar, y algunos
juegos para niños, del estilo que se suelen poner en los parques públicos. Ahí,
nos recibieron un par de perros que a ladridos buscaron espantar a los
intrusos, es decir a nosotros, pero bastó el hablarles bonito para que movieran
la cola y fueran más un guía que un guardián del territorio.
El parque,
como bien lo decían algunos letreros en el camino de piedra hacia las cabañas,
es propiedad privada, es un terreno de muchas hectáreas, en el cual, como
estrategia de reforestación se han plantado especies exóticas y en el que para
mantener su verdor, han llenado de pasto.
Esta zona ha
sido destinada por un particular para su conservación, pero en la plática
durante la intromisión que tuvimos, surge la pregunta, ¿en realidad el dueño
quiere conservarla como una manera de preservar la naturaleza? O ¿Será en
realidad es una estrategia para defender su territorio y que en cualquier
momento, el mismo puede especular sobre el incremento del valor del terreno y
venderlo al mejor postor, sin importar el uso que este pueda darle a la zona?
¿Es la privatización de las áreas naturales una estrategia efectiva? Solo el
tiempo nos lo dirá, porque nadie, a parte del par de perros, salió a nuestro
encuentro.
Desandamos
nuestros pasos salimos por donde entramos y volvimos a torcer el alambre de
alta seguridad que resguardaba, junto con los “fieros” perros, la seguridad del
parque.
Los humedales
Para finalizar el recorrido de la primera práctica de
campo, nos dirigimos hacia la carretera panamericana, unos cuantos kilómetros
antes de llegar al Colegio de la Frontera Sur. Ahí, llegamos a la zona de
humedales, justo al lado del “Parque de los humedales” el cual como es clásico
en este patrón de proyectos estatales de recreación y “conservación” destruyó
un humedal natural para crear un humedal artificial, con el objetivo de
preservar especies típicas de este tipo de ecosistemas de la región.
Pero al lado de
dicho parque, existe aún una zona de humedales naturales que son propiedad
privada, los cuales están delimitados por un enrejado de alambre, justo al lado
de una plancha de cemento en el que había varios camiones tipo pipas de agua y
un taller de hojalatería y pintura.
San
Cristóbal tiene diversas zonas de humedales, es de las pocas ciudades del país
que tienen dicho privilegio, pero ello también implica muchos conflictos de
intereses. Analizando las problemáticas que giran en torno a dicho ecosistema,
en caso de que estos sean propiedades, ¿cómo hacer que los dueños prefieran la
preservación de dichas zonas por sobre sus intereses económicos personales? ¿Con
qué derecho se le expropiaría a cualquier persona una propiedad para
simplemente el beneficio de otros? Que si bien es un bien común, también es un
bien privado.
Por
otro lado, el ubicarse al lado de una zona de extracción de arena, representa
un gran riesgo para los mismos, ya que, de acuerdo a lo que nuestro guía, el
profesor Vázquez, nos comentó, por
debajo de la carretera, puede haber derrumbes que acaben infiltrándose hasta
cubrir y secarlos.
Como
podemos observar, no es fácil el encontrar soluciones, ya que detrás hay muchos
intereses públicos y privados, pero mientras se decide, podría estar en un
equilibrio precario la existencia de los humedales de esa parte de la ciudad.
Reserva ecológica La Kisst
Yendo por la
carretera Comitán de Domínguez, antes de cambiar de nombre a Juan Sabines, a
unos cuantos pasos de la laguna de Chapultepec, se encuentra la reserva
ecológica “la Kisst” conformada por humedales.
A
nuestra llegada, fuimos recibidos por el Ing. Mayorga, quién nos regaló una
explicación e historia en torno a “la Kisst” y el proceso de cómo llega el agua
a las casas de San Cristóbal de las casas. Fue un recorrido verbal curioso, ya
que inició con una descripción en torno a políticas y leyes, corrupción y
conflictos comunitarios y acabó explicándonos la cosmogonía que hace que
diversas comunidades indígenas locales vean los manantiales como centros ceremoniales,
así como mostrándonos mapas de la ciudad cuyas coordenadas de ubicación de
sitios sagrados forma pentágonos que justifican el que sea visto como un centro
de poder.
En 1991 surge como
organismo descentralizado el Departamento de ecología y conservación del Medio
Ambiente al cual pertenece la SAPAM (Secretaría de Agua Potable y
Alcantarillado Municipal). A partir de ahí, pasa por varios procesos de
apropiación jurídica legal de los manantiales de la zona para que el agua de
estos pueda beneficiar a la comunidad, es decir, se tornen en uso público.
La
Kisst pertenecía anteriormente a una familia, que ahí tenía una fábrica de
refrescos. Con ellos se llegó a un acuerdo para poder adquirir la zona, les
ofrecieron que por 20 años, la familia no pagaría ni agua, ni servicio de
drenaje. Dicho plazo ya se cumplió, y actualmente, la
SAPAM se ha amparado con el artículo 27 para no perder la reserva y
del mismo modo, ha buscado llegar a acuerdos con los anteriores dueños.
Con respecto al área
destinada a la distribución de agua para el municipio, nos comentó que la SAPAM
cuenta con 29 depósitos de agua para abastecer de agua a la ciudad. Del mismo
modo, nos comentó que actualmente, lo máximo que pueden hacer para el
saneamiento de las aguas es el clorarla. Por otro lado, también son los
responsables del saneamiento de los ríos. Sin embargo Mayorga está consciente
de que falta mucho para poder hacer llegar agua realmente potable a los
hogares, así como para realmente reducir al máximo las descargas de deshechos que
salen de la ciudad hacia el túnel del
sumidero de Santa Marta. El principal problema para que esto se pueda llevar a
cabo es la falta de recursos. La Secretaría ha pasado por muchos momentos de
crisis económicas en los que incluso la posibilidad de privatizarlo, a lo cual
los usuarios se resistieron, ya que ello obligatoriamente generaría un
incremento de precios.
Otro dato alarmante
que nos compartió Mayorga, fue que en el municipio, al igual que en la mayor
parte del país, se desperdicia el 40%
del agua a causa de fugas. Y a eso, hay que sumarle el desperdicio que
hace la gente.
Después
de asolearnos un poco en la entrada de la Kisst escuchando a Mayorga, este nos
dio un recorrido por la reserva. Pasamos al lado de un río en el que pudimos
ver carpas asiáticas, mismas a las que se les responsabiliza de comerse al Popoyote,
especie de pez endémico de la zona.
Del
mismo modo, nos dio un recorrido por los diversos manantiales y ríos que
comprende la Kisst, así como por las zonas en las que se encuentra la
maquinaria necesaria que bombea el agua hasta nuestras casas y la de la mayoría
de los habitantes de San Cristóbal.
Casi para terminar, la charla se fue orientando hacia lo social.
Existen actualmente varias asociaciones civiles enfocados a la defensa y
conservación de la región como el Comité de Cuencas, Alianza Cívica, Pronatura
y Cocosur, este último es el aliado más importante con el que cuentan, ya que
es una organización de custodios sociales de base, conformado por comités de
barrios que cuidan los cerros y los cuerpos de agua que en ellos se encuentran,
lo integran más de 60 grupos comunitarios.
Ese
fue el primer paso para que de lo social la plática se dirigiera a lo espiritual.
Dichos protectores o guardianes, detectan lugares sagrados, incluidos aquellos
que tienen su núcleo en zonas arqueológicas y manantiales. En ese momento,
Mayorga sacó sus planos de San Cristóbal y nos mostró la ubicación de dichos
lugares sagrados y como estos tienen coordenadas astronómicas que al unir los
puntos forman pentágonos intercalados y estrellas y pese a que esa parte de la
conversación fue muy breve, nos dejó con el suspenso de que se pudiera
profundizar más en dicha cosmogonía. Y ahí, al lado de las 3 cruces que
señalaban uno de las coordenadas del mapa recién observado, emprendimos el camino hacia la salida.
Personalmente,
aparte de las ganas de saber más sobre el último tema, me despertó la
expectativa hacia mi próximo cumpleaños, el 3 de mayo del siguiente año,
buscaré celebrarlo al lado de alguno de los grupos que en esa misma fecha
recorren las diversas cruces que han ubicado en la ciudad.
Mercado Público Municipal "José Castillo Tielemans"
Uno de los lugares
que más disfruto desde que llegue a vivir a San Cristóbal, es el mercado
público, porque, si bien, en la Ciudad de México me tocó que cada colonia tenía
su mercado, el vivir tantos años en Monterrey, me hizo valorar lo perdido, ya
que en dicha ciudad, son mínimos los mercados que hay, ya que se promueve más
el consumo en grandes cadenas de supermercados, por lo que me tenía que dar a
la labor de ir persiguiendo los mercados ambulantes, al punto de crear un
directorio virtual con día, hora y ubicación de estos en el área metropolitana.
Por
ello, es un placer el tener tan cerca un mercado y más con las características
del mercado público municipal “José Castillo Tielemans”.
He de admitir que ir
con libreta y cámara en mano me resultó un poco impráctico y extra cotidiano,
ya que no es algo que acostumbre hacer, y si bien, la fotografía es una
práctica cotidiana en mi vida, el fotografiar gente no nunca ha sido mi
principal interés, sobre todo porque no soy muy asidua a dejarme fotografiar y
empatizo con las personas de cualquier lugar que no permiten que les tomen
fotos. Por otro lado, la libreta en mano, me hizo sentir como si se me hubiera
puesto una etiqueta de “estudiante de antropología” en la frente. Y curioso fue
que hasta las “doñitas” que normalmente me atienden, cambiaron un tanto su
trato hacia mí por portar esos elementos dentro de mi vestuario, como parte de
un personaje que normalmente no porto.
Pero bueno, cambiar
el switch y adoptar otra postura o visión. Lo
principal era conocer un poco de las redes de comercio que ahí se generan entre
los productores, los intermediarios y
los consumidores. Sobre esto, tras platicar con varias “doñitas”, pude
descubrir que pocos de los que venden ahí son productores directos, la mayoría
compran en Mercaltos, o esperan a ser los primeros que lleguen a abastecerse de
los camiones de redilas casi al tiempo en que el sol empieza a salir. La
mayoría de los intermediarios no supieron responderme el lugar de origen de los
productos que vendían, pero algunos me confirmaron que no todo era de la
región, incluso venía de otros estados. Por otro lado, en San Cristóbal existe
una dinámica de acomodo en los mercados muy diferente, originalmente la
costumbre es la venta en el suelo, directamente a la entrada de las
construcciones de concreto, por eso el mercado del norte ha tenido tan poca
aceptación por parte de los vendedores, porque en su mayoría son construcciones
de concreto como en un mercado de ciudad y la gente aquí prefiere vender en
construcciones hechizas de lámina y madera, los que tienen mayor presupuesto, o
directamente en las banquetas a ras de suelo. Tras
entender un tanto superficialmente dicha dinámica de comercio que se lleva a
cabo en los mercados, me dejé llevar por otros sentidos, por la curiosidad y
por la sorpresa. Como siempre,
la vista es la que domina, y es imposible no vincularla con el estómago en un
lugar así, y es la amplia gama de productos, no necesariamente de producción
“orgánica” o “local”, pero eso no demerita el agradecer poder ver tantos
colores de frijoles y de granos de maíz, la variedad de flores de ornato y
comestibles como la flor de calabaza o la flor de frijol, lo apetitosas que resultan
a la vista y al gusto las tortillas realmente de maíz y no de maseca que
ofrecen las señoras a $10 la docena, las setas y los champiñones tan
económicos, y si bien los hongos anaranjados de tallo largo se dieron poco
porque “no han caído bien las lluvias”, tuve el privilegio de alcanzar a
probarlos. Por otro lado, lo que en otros lugares representa un lujo como lo es
el comer moras, zarzamoras y fresas, aquí uno se puede dar el gusto de hasta
preparar mermeladas variadas con estas frutillas por $10 o $20.
En otro sentido,
siendo una aficionada de la herbolaria, el ir al mercado también ha ampliado
mis opciones de “medicamentos naturales” y en otras ocasiones, con más tiempo y
una cámara y libreta menos, dos señoras me han pasado recetas para la gripe o
para la tos o incluso me han explicado para qué sirven frutas tan raras como el
“noni” que es bueno para la diabetes y el cáncer.
Admito que,
por no ser carnívora, no me había dado la oportunidad de conocer la nave
central del mercado, y que si bien fui con cierto recelo y con preparación
psicológica previa, fueron pocas las imágenes impactantes que me tocó
presenciar, y a cambio de ello, pude enterarme de que el 23 y 24 de septiembre
habrá fiesta en el mercado porque es la fiesta de la virgen de la Merced, la
patrona de los mercados. Por ello, varios de los puestos tenían velas y flores,
porque iba a pasar el párroco a bendecirlos.
En
la misma nave descubrimos un nuevo puesto en el que venden café de productores
comitecos a bajo costo, $20 el cuarto de kilo.
Abriendo
el círculo del recorrido, nos dirigimos a la zona en la que se encuentran a la venta
las aves de corral, ahí el huevo de guajolote estaba a $6 y el de gallina de
rancho a $4 cada uno, el doble que el huevo “San Marcos” pero con ¡ah que
diferente saben! Y a pasos antes de salir del pasillo, un guajolote enorme con
piel azulada me lanzó una mirada de auxilio que no pude atender.
Caminamos
un poco por los alrededores del mercado, en medio de un bombardeo de música
estridente con ritmos tan variados que iban desde las rancheras, pasando por el
reggaetón y llegando a las canciones
infantiles. El camino lleno de piratería casera y de productos “made in China”.
Una larga cuadra
después de esquivar carros, gente y puestos de “fayuca” por fin, llegamos a la
calle de los puercos, había gente en la banqueta con alrededor de 20 puerquitos
de no más de 3 meses de edad, todos agotados y dormidos hechos bola unos contra
otros. Resulta que en este caso, los vendedores si son los que crían a los
puercos en sus ranchos, “allá, a las afueras, lejos de aquí” nos dijo un niño
que tenía una puerquita de 5 años, que esa servía para que creciera y tuviera
otros puerquitos.
El
tiempo se acababa, nunca antes con tanta prisa había recorrido el mercado, pero
sirvió de mucho, como para permitirme descubrir lugares nuevos dentro y a los
alrededores del mercado. Nunca se termina uno de sorprender y nunca dejamos de
aprender. Por lo pronto, a esperar el 23 y 24 para asistir a la fiesta de la
patrona.
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