12.09.2010

El porqué escribo sólo los malos episodios…

Porque si no los externo se fermentan adentro y se convierten en hiel difícil de digerir y me he dado cuenta de que tras externarlo, el espacio que va dejando libre su salida permite que pensamientos más claros o más ligeros, habiten mi mente, lo mismo pasa al drenarlo con sal líquida.
Claro que hablarlos o expresarlos de viva voz, también es una opción, pero deja de serlo cuando al momento de arriesgarme a externarlo de esta manera, me topo con rechazos o la reacción de receptores con prejuicios, a la defensiva, que usan esa vulnerabilidad en que me pone el osarme a compartir todo ello, en mi contra.
Últimamente se ha vuelto cada vez más intensa la confusión que me provoca la interacción con otras personas… lo admito, no se como relacionarme con las personas sin salir herida, sin terminar sintiendo que el haberme abierto o haber compartido algo de mi, fue un riesgo innecesario, poco valorado y que me ha colocado en la desnudez total y sin protección alguna.
El hablar, desde hace tiempo, que no tiene sentido alguno… no lleva a la resolución de nada, ni a la empatía, ni a la comprensión, sino al conflicto, a agravar las situaciones, a descubrir la falta de comprensión y la poca capacidad comunicativa. Y me decepciona de mi misma el seguir intentándolo, el aun sabiendo todo ello de tropiezo en tropiezo, seguir arriesgándome y exponiéndome…
Ejemplos sobran…
Como el descubrir que el dar mi opinión o compartir lo que pienso, siento o mi visión de las cosas, no ha hecho más que provocar que la gente, incluso la más cercana, la que se supone conoce la amplia gama de visión, de elementos, sentimientos y pensamientos que me conforman, me hayan metido en un traje caricaturizado e inamovible, lleno de etiquetas, limites, prejuicios, artificios y demás, que antepone palabras y pensamientos en mi, en mi mente y en mi boca que cuartan de entrada el compartir lo que de origen muy probablemente no tenía que ver con lo que otros ya habían supuesto… y antes de abrir la boca, me topo con que mi interlocutor ya ha puesto un “ya se que vas a decir x o y” o “eres una sandía” o “ya se que solo aceptas las cosas agresivas o políticamente incorrectas” o “reaccionas así por x o y”, etc… cuando lo que pasaba por mi mente era algo que iba por otro lado o en otro sentido, pero ya que sentido tiene el externarlos, si ya se ha marcado mi imagen, mi mente, mis palabras… lo cual me hace arrepentirme de haber abierto la boca en anteriores ocasiones.
Y resulta que yo soy la intolerante, la irrespetuosa, la cerrada (parte de las etiquetas que porta esa botarga en la que me han convertido) siendo que puedo escuchar las palabras que otros dicen, recibirlas, respetarlas y asumirlas, por que probablemente ya pasé por ellas o las consideré. Puedo asistir a los rituales de diversas índoles que practican las personas, tanto religiosas, familiares, sociales y demás. He jugado a fondo un papel en muchos de esos procesos (por esa inherente búsqueda de involucrarme, comprometerme y envolverme plenamente en cada paso que doy y llevarlo a sus últimas consecuencias). Pero al abrir la boca, solo busco compartir que tras mi historia y proceso, tengo otras perspectivas, otros lados de las cosas y es una invitación a compartir mi proceso, mi ritual, mi visión, mi percepción…
Y es ahí cuando me topo con la falta de respeto, la intolerancia, la cerrazón y los límites de la botarga que se me ha impuesto. Que me impide cada vez más que busque abrir la boca y expresar y compartir lo que pienso, siento, vivo y percibo.
Y ello aplica a todos los aspectos de mi vida, mi mente, los sociales, los políticos, los religiosos, los emotivos, los vivenciales, los psicológicos, los cotidianos, los físicos, los metafísicos, etc…
Y se que no debería de importarme la opinión de otros. Pero no es en general, es en realidad la opinión de los cercanos, de aquellos que he permitido que se acerquen y vean un poco o un mucho más. De ellos es de quienes me afecta su opinión, de ellos es de quienes me duele la botarga limitante. Del resto, puede solo provocarme una sonrisa sarcástica.
Y no puedo dejar de vincular emociones en ello, soy un ser total, que lo que pase conmigo en cualquier aspecto, va envuelto de emociones, sensaciones, intelecto, espíritu, reacciones… y si algo me frustra socialmente, me afecta intelectual, emocional, sensorial y a veces hasta físicamente… soy así, plena, total, pasional, intensa, comprometida… radical… o todo o nada (a veces o siempre, no quiero una botarga más).
Y soy una totalidad de elementos pequeños, inmensos, magnánimos, íntimos, infinitos y minúsculos que al parecer son imperceptibles, sin valor, sin importancia…
Que bien puedo ser una tormenta de ira, como puedo ser un viento dulce y cálido… y en todas esas contradicciones hay millones de elementos ignorados que es mejor no compartir o dejar de hacerlo y acaba siendo mejor hacerlo en tinta, hacia fibras blancas que hacia alguien de carne, hueso, alma, psique, emociones y demás…
Y puedo pasar días sintiéndome bien sin compartir nada, sin prácticamente abrir la boca, pero de repente algo despierta en mi en busca de compartir algo, dar algo, aportar algo, de recibir algo, de esperar algo, de querer algo de alguien más y es ese conflicto entre el ser que está decidiendo cerrarse y el que se resiste a dejar de creer y se sigue arriesgando, lo que me tiene por momentos en una lucha interna desgastante, dolorosa, frustrante y mortal… por que en cada lucha muere o vive algo de alguna de las partes… y la expectativa y resistencia de ambas partes me cansa tanto… tanto… y me tiene en un vaivén de humores, sensaciones, sentimientos, pensamientos constantes, interminables y sin silencio…
Y parece que en conclusión que la única manera en que me puedo relacionar con la gente es superficialmente, limitadamente, parcialmente, fragmentadamente, momentáneamente, específicamente… seguramente…y para alguien como yo, de pasional, de radical, de total, de intensa… ello implica dejar de hacerlo o hacerlo a plenitud…
Otro defecto mío es, por momentos, momentos muy grandes, sobrepongo los intereses, bienestar y comodidad de otros a la mía propia, lo que tarde o temprano desemboca en el despertar de ese ser interno que pide reciprocidad… y por lo general, no pido más de lo que estoy dispuesta a dar, en ese juego extraño de reciprocidad. Y al no encontrar esa respuesta equitativa, en actos, emociones, expectativas y demás, despierta nuevamente ese ente colérico y muerde o ataca a quien se atreva a acercarse…
Por momentos ha vuelto a mi mente la vieja frase de “si pudiera dejar de pensar” porque cada mínimo suceso, despierta en mi una marejada de pensamientos y preguntas a las que encuentro respuestas temporales y no pasa mucho tiempo antes de que vuelva cuestionar las conclusiones. Hasta llegar a un camino que me frustra… creo que ese es el punto en el que busco respuestas en el exterior, las cuales terminan confundiéndome más, despertando más preguntas sin respuestas o con respuestas insuficientes o insatisfactorias… y no, no tengo el don del conformismo.
Veamos… entonces, ¿busco acercarme a la gente en busca de respuestas, reciprocidad, retroalimentación, escuchar y ser escuchada?... no me satisface esa respuesta/pregunta…
Es diferente la templanza que otorga el relacionarme con el entorno de manera segura y la templanza que se puede adquirir del riesgo, el involucrarse, el comprometerse y embarrarse del mismo entorno…
Es esta segunda templanza la que quiero adquirir. Esa fuerza que me puede hacer aguantar aun arriesgándome, y me falta tanto y soy tan impaciente… y por momentos el espejismo de haberla adquirido es tan vívido, que vuelvo a lanzarme y tras un momento de flote, me topo contra el suelo vil, descubriendo cuan distante y falsa era esa sensación de templanza…
No puedo ir por la vida pensando tanto, sintiendo tanto, involucrándome tanto… y si así son las cosas ¿porqué no puedo matar ese impulso nato?
Quizá es por que en el fondo siento, quiero, deseo, añoro y espero, o mantengo la esperanza de que, así como busco el deseo de que mi entorno cambie, de hacer que por lo menos mis pasos sean sobre otro tipo de tierra, exista alguna realidad en la que pueda ser plena, abierta, segura, templada, total…
La esperanza y la impaciencia…
Y busco también el distanciarme de involucrarme con la gente, aparte de por el daño que me hacen sus actos, sus palabras y sus límites o la falta de todo ello, por la fuerte capacidad de convencimiento que tienen la mayoría por número…
Porque su capacidad de convencimiento hacia hacerme creer que son más los defectos que las virtudes que me conforman, que es más lo insoportable de mi que lo benéfico… que resulta obvio para cualquiera el hacerlo, pero no sé por qué sigo exponiéndome a esas visiones, a esas palabras, a esos rechazos… es como si necesitara desbloquear esa visión parcial… como si ilusamente buscara extraer algo más allá que críticas, etiquetas, rechazos y demás…
Y de cierta manera entiendo esas reacciones…
El otro día entendí con claridad oscura porque de esas reacciones y actitudes de la gente…
Cuando alguien le expresa a otro lo que admira, desea, quiere, o le gusta de una persona, se expone y le otorga un poder a la otra persona. El poder de dar o quitar esa fuente personal que le provoca placer, bienestar o gusto a aquel que se atrevió a expresarlo… y por otro lado, el sobresaltar aquello que nos provoca malestar, inconformidad o disgusto de la otra persona, le resta poder o valor a la otra persona, protegiéndonos de la vulnerabilidad y restándole poder al otro…
La gente va más protegiéndose que exponiéndose a los ojos y percepciones de los demás… que juego tan absurdo y nocivo…
Y al parecer, sigo siendo de los pocos ingenuos que buscan enaltecer más las virtudes de las personas cercanas, sobre todo sabiendo lo negativas y marcantes que pueden ser las palabras y actos de desapruebo y rechazo venidos de la persona a la que uno le permite acceder a ese nivel en el que puede o no hacernos daño o un bien…
Se supone que para el nivel de riesgo al que me atrevo, debería de ser más fuerte… y por momentos creo que así es… pero por otros momentos, los peores, descubro que soy tan débil… me descubro tan débil e indefensa reprochándome el haberme atrevido a tomar riesgos que soy incapaz de amortiguar…
Y es que de un tiempo a la fecha, todo riesgo adquirido ha resultado en una imagen de mi recogida en mi, lamiéndome las heridas, frustrada, lastimada, desgastada… hace tanto que no experimento el placer de un riesgo que valiese la pena haber sido vivido…
He arriesgado mi mente, mi cuerpo, mi corazón, mi vida, para terminar sintiéndome una botarga ordinaria, rechazada, burlada, ignorada e incluso para terminar siendo tachada de loca, de cliché, de autista…
Pero entre otros muchos valores, tengo la ventaja de ser de las pocas personas que se atreven, que se arriesgan, que se expresan, que analizan, que cuestionan, que viven, que se entregan, que se involucran, que sienten, que no se traicionan a si mismas, que dan, que se exponen, que se atreven a hacer cosas por los demás, que piensan, que resisten, que se comprometen, que se permiten la capacidad de asombro, que luchan, que mueren y reviven, que transgreden sus propios límites, que aun sintiéndose morir, sintiéndose perdida, ahogada, ahorcada, siguen vivas y aguantando la vida en su totalidad y no en fragmentos… no parcialmente… a acreer, a esperar, a experimentar, a sentir, lo bueno y lo malo… con intensidad, no a medias… una guerrera…